[responsivevoice_button voice=”Spanish Latin American Female” buttontext=”Escuchar”]
El senador Ricardo Monreal fue plantado, confrontado y criticado la semana pasada, en un intento por arrancarle el control del Grupo Parlamentario de Morena y del Senado de la República. El origen de los ataques se ubicó en Palacio Nacional pero la conspiración fracasó y el zacatecano se llevó el primer round, de muchos más que vendrán.
Hoy está en manos de Monreal operar, o no, la aprobación de las leyes secundarias para permitir la entrega del control operativo, administrativo y financiero a la Secretaría de la Defensa Nacional. En la Cámara de Diputados, los morenistas madrugaron y aprobaron fácilmente este paquete de iniciativas, pero en el Senado no será un día de campo.
El senador ha dicho: “La autonomía del Poder Legislativo es un propósito y un fin invariable para consolidar una auténtica división de poderes y un contrapeso sano en la función del Estado” y “En lo personal, yo he expresado mi punto de vista: para modificar la naturaleza jurídica de la Guardia Nacional, es necesario modificar la Constitución”. Si a estas declaraciones se suma que la venganza es un plato que se sirve frío, el presidente Andrés Manuel López Obrador no debe estar nada tranquilo. No alcanzó a quitar a Monreal a tiempo y tendrá que lidiar con un morenista herido, pero para nada acabado.
Lo que suceda en el Senado podrá convertirse en un parteaguas porque podría generar una división interna profunda. No sólo eso, los morenistas que voten en contra de las leyes propuestas por el Ejecutivo se convertirán en traidores como pasa con quien no hace lo que el mandatario quiere.
¿Qué será más fuerte? ¿la lealtad a Morena o al presidente? ésta será otra semana de estira y afloja, de medir fuerzas y de cobrar deudas.
