No vayan a ver Buzz Lightyear

Una tristeza ronda las calles de la CDMX, se acabó junio, el mes que celebra la diversidad sexual y de identidades. Las marcas retiran los arcoiris de sus aparadores y los edificios de Reforma guardan sus banderas mientras la diamantina decorativa se deslava. El orgullo de pertenecer a una comunidad se restringe de nuevo a ciertos espacios y ciertas zonas. No es coincidencia que se armen guateques en junio, históricamente, esta resistencia vive de la alegría y la fiesta. 

Mucha gente se pregunta ¿por qué tienen que celebrar así, bailando en la calle?, no se preocupe señor/señora, que ya le explico. En 1969, en Nueva York, en la mera época del amor y paz, las personas LGBT+ eran criminalizadas y acosadas constantemente. Les rehusaban la entrada a lugares, no les servían alcohol y tenían prohibido bailar, sí, bailar. La amenaza de que les golpearan unos machirulos homofóbicos era constante. Aún así existía un precario santuario, El Stonewall Inn, uno de los poquísimos lugares donde a la comunidad podía habitar en una paz relativa. La mafia controlaba este figón y los policías corruptos solían alertar antes de hacer redadas para que la gente parara de mover el esqueleto y escondiera el alcohol. Pero ese mismo año, el 28 de junio, la policía entró sin la advertencia usual y con una violencia innecesaria comenzaron a golpear y arrestar indiscrinadamente dentro del lugar. Esa acción devino en varios días de protestas que sentaron las bases de las celebraciones del mes del orgullo. Cada junio, después de este evento, la comunidad toma el espacio público y exije no tener que vivir en las sombras. 

Ojalá esa victoria hubiera marcado el fin de la discriminación, pero como hemos observado con las reacciones a la película de Buzz Lightyear, el odio sigue muy presente. En una trama que habla de la relatividad del tiempo, los multiversos y de fondo, muy, muy de fondo, de una familia amorosa y tierna, la gente se clavó en un imperceptible beso. ¿Por qué se clavaron en ese beso? Porque es entre dos mujeres. La homofobia continúa latente. Si podemos entender algo con la censura y críticas a la película animada es que una nueva generación que está criando infancias, está nutriendo también ese odio irracional. El problema es que este odio no se queda en el internet y se refleja en la vida y en la salud de personas muy reales. Crecer en una casa homofóbica tiene serias repercusiones en la salud de una persona LGBT+.

Un estudio de 2019, realizado por la Universidad de Yale, descubrió que el 83% de la población global que se identifica dentro del rango de la diversidad sexual y de género está en el closet. También, de acuerdo a este estudio, esconder la sexualidad tiene un alto costo en la salud mental y física. Las personas dentro del closet sufren mayores niveles de estrés, depresión, ansiedad y adicciones, lo cual les hace más susceptibles a enfermedades crónicas. Aún, después de 53 años de protestas, de cambiar las leyes y exponer la discriminación solamente el 17% de esta comunidad puede decir abiertamente quienes son. 

La sexualidad no es heteronormativa. La naturaleza es diversa, no solamente en las personas, ya que más de 1000 especies de animales tienen prácticas homosexuales. Pero por ahí las personas homofóbicas creen que es “demasiada inclusión” poner a dos personajes de fondo que son mujeres y se aman. Mi recomendación de no ir a ver Buzz Lightyear es porque la película me pareció bastante mala, pero si usted se niega a verla por su odio interiorizado entonces tal vez sí debería ir.

Fuente: The ‘Global Closet’ is Huge—Vast Majority of World’s Lesbian, Gay, Bisexual Population Hide Orientation, YSPH Study Finds – Colin Poirtas

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