Mario Delgado o el llanto de la oclocracia

El primero en describir el máximo grado de bajeza en que degeneran los gobiernos fue el filósofo Polibio de Megalópolis en el siglo II antes de Cristo, definiéndola como oclocracia; esto es, como fruto de la acción demagógica.

James Mackintosh en su crítica a la Revolución francesa define la oclocracia como régimen de populacho corrompido o despotismo de tropel, nunca gobierno del pueblo, aunque gobierne fingiendo sus virtudes a través de individuos cuya única distinción es su incapacidad criminal o corrupción personal.

En este grado aparece un individuo como Mario Delgado, presidente nacional del Partido que gobierna México.

Señalado por miembros de su partido como un individuo que dispone candidaturas de manera inescrupulosa, vinculado a la secta sexual NXIVM igual que Clara Luz Flores—candidata fallida de MORENA al gobierno de Nuevo León—Delgado se distingue como uno de los responsables del fraude y posterior tragedia en que terminó la Línea 12 del Metro en la ciudad de México.

Ahora emerge en víspera de las elecciones de este año acusando a los medios de comunicación independientes y a los partidos de oposición en el país de orquestar una “campaña negra” en contra de su partido político y del actual Presidente de la República.

Montado en conferencia de prensa donde convocó a los medios que acusa de corrupción, Delgado asegura que los famosos hashtags como #NarcoPresidente y #NarcoCandidata que se convirtieron en tendencia luego que se publicó en medios de Alemania sobre investigaciones de la DEA en torno al financiamiento del Crimen organizado en las campañas presidenciales de López desde el 2006, son usados por cuentas falsas desde Venezuela, Filipinas y Nicaragua.

Olvida Delgado que la realidad no abona a favor de su discurso ni de lo que pudo haber querido vender con una conferencia que por improvisada más pareciera desesperada.

 En una de las semanas más sangrientas del año, donde hasta parientes de sus compañeros de facción han sido asesinados, como los de Ricardo Monreal; en un sexenio donde desde el tercer año se rebasó más muertos que los sexenios de Calderón y Peña juntos y donde el desabasto de medicamentos, la pérdida de 55% del poder adquisitivo y la pobreza han aumentado al igual que la corrupción, no hay que  buscar enemigos imaginarios cuando el principal obstáculo para la continuidad—en una elección que se presenta cada vez más cerrada—son quienes integran al Gobierno y  dirigen su partido.

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