La Estrategia: La normalización del infierno

Tomo esta frase del poeta Javier Sicilia al hablar recientemente sobre la violencia en México.

La semana pasada en Temixco, Morelos, asesinaron a dos mujeres a plena luz del día, afuera de un pequeño local donde vendían pollo. ¿El motivo? Negarse a pagar la cuota que sus asesinos les exigían como extorción o derecho de piso.

¿Cual sería la cuota que se les pedía al pequeño local que vende pollos?, 2 o 3 mil pesos tal vez. ¿Vale la vida de dos mujeres trabajadoras que se ganaban la vida honestamente? ¿Realmente como sociedad debemos aceptar que unos criminales nos cobren un impuesto adicional e ilegal solo por que se les pega la gana? ¡Tenemos que pagar con la vida si nos negamos a hacerlo!

Temixco como muchos otros municipios de nuestro país, sufre el infierno que es la extorción de grupos criminales a sus pobladores, el no cumplir con sus demandas se castiga con la muerte. Asesinar a un comerciante o chofer de taxi por no darles un porcentaje del trabajo que con mucho esfuerzo logran obtener, se ha vuelto normal en casi todo el país.

Las organizaciones criminales se han acoplado a esta nueva modalidad de pedir dinero a cambio de preservar la integridad de su negocio y la vida de los comerciantes, empresarios o autoridades municipales. Ya no es necesario robar y secuestrar, hoy solo necesitan pasar cada semana al local comercial, contar cada camión que entra y sale o pesar cada kilo de producto que intenta salir o pasar por su zona de influencia para establecer un porcentaje de utilidad por ello.

Están ordeñando sistemáticamente a casi todas las cadenas productivas del país.

La falta de protección y seguridad propicia huecos que asociaciones criminales llenan constantemente en detrimento de los ciudadanos. El costo de estas extorciones a los micro, medianos y grandes empresarios lo tienen que trasladar al consumidor final. Si el vendedor de fruta del tianguis tiene que pagar 150 pesos diarios por “Derecho de Piso” este costo lo añade a sus precios, las perdidas por robo o extorción a los transportistas se ven reflejadas en el costo del flete. En Acapulco donde toda la venta de carne es controlada por mafias locales, hay un sobreprecio que paga el poblador y el restaurante por adquirir el producto, más el piso que los restauranteros les pagan por dejarlos operar tranquilamente, sumado a los impuestos y cuotas locales y federales que están también obligados a cumplir. 

En el sexenio pasado Michoacán cayo en manos de Servando Gómez Martínez (la Tuta) líder de la Familia michoacana y los Caballeros templarios, la Tuta controlaba el tráfico de metanfetaminas y marihuana en Michoacán. Su poder e influencia fue tal que controlaba y gravaba casi todo lo que producía o llegaba a su estado. Impartía la ley como señor feudal hasta decidía quien se casaba con quien, tras su caída, el inmenso botín que su exitoso modelo de negocios representa ha sido motivo de disputa por más de 10 años entre grupos delictivos locales y foráneos. Solo le faltaba dar misa y poner escuelas para ser Estado decían.

México necesita urgentemente poner un alto a esta situación, no podemos permitirnos “normalizar el infierno” y aceptar tranquilamente que podemos morir por no pagar la cuota de los pollos.

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