Beijing, la enorme capital de China, empieza a parecerse a otras ciudades del país que sufren la ola más reciente de la variante ómicron del coronavirus: clases suspendidas. Edificios y barrios confinados. Pruebas masivas a los residentes.
Las autoridades han tomado medidas rápidas para tratar de prevenir un brote masivo de COVID-19 que pudiera provocar una cuarentena en toda la ciudad, como la que paraliza a Shanghái desde hace más de tres semanas.
Políticamente, es mucho lo que está en juego para el gobernante Partido Comunista, que se prepara para un congreso hacia fines de año en el que el presidente Xi Jinping busca un tercer quinquenio para reafirmar su posición de líder indiscutido.
En momentos que muchos países eliminan restricciones y tratan de convivir con el virus, China mantiene en gran medida cerradas sus fronteras internacionales y prohíbe todos los viajes, menos los esenciales, entre ciudades.
El Buró Político reconoció el costo político de las cuarentenas y dijo que se deben hacer esfuerzos para “minimizar el impacto de la epidemia sobre el desarrollo económico y social”, informó la agencia noticiosa oficial Xinhua.
A pesar de los perjuicios para la economía y la vida cotidiana, el Partido Comunista elogia la política de COVID cero como una muestra virtuosa de abnegación bajo la consigna de “La persistencia es victoria”.
Las autoridades destacan las cifras bajas de muertes y acusan a Estados Unidos y otros países de rendirse.
Shanghái reportó 52 muertes el jueves, elevando la cifra en el brote actual a 337. L
Con información de AP