Quince meses después de que la pandemia de coronavirus transformó a Las Vegas de un espectáculo extravagante a un pueblo fantasma, la Ciudad del Pecado está de regreso.
Los turistas llegan a raudales de nuevo, los ingresos por apuestas han alcanzado un máximo histórico, la famosa franja The Strip de Las Vegas estrena un casino por primera vez en una década y los conciertos masivos empiezan a realizarse en un estadio nuevo y reluciente. Los paneles de acrílico para dividir a los apostadores en las mesas de póker y blackjack ya no están. Los buffets de fama mundial reabren y las pistas de baile en los centros nocturnos están llenas.
La vicepresidenta Kamala Harris visitó la ciudad el sábado en lo que la Casa Blanca llama la gira para “Unir a Estados Unidos de nuevo”, la cual celebra el progreso contra el virus.
Sin embargo, ese progreso se encuentra bajo amenaza: Nevada registró esta semana la tasa de nuevos contagios de COVID-19 más alta del país, las hospitalizaciones van al alza de nuevo y la variante delta altamente contagiosa se ha convertido en la forma más prevalente del virus en el estado, lo que da el carácter de urgente a la campaña de vacunación a nivel estatal.
Dentro de los casinos, los visitantes ya pueden evitar el cubrebocas si están vacunados por completo, pero los empleados no parecen estar pidiendo muestra de ello a nadie.
En las últimas dos semanas, la tasa de Nevada de 190 nuevos contagios por cada 100.000 habitantes ha sido superior que las de Missouri, Arkansas y Wyoming —todos ellos estados con niveles menores de vacunación— y el laboratorio de salud pública estatal detectó la variante delta casi en la mitad de los casos de COVID-19 que analizó.
Con información de AP
