El orgullo de su nepotismo

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“El Presidente no tiene un problema, tiene dos

y quizá pronto nos enteremos de que tiene tres”.

(Diego Petersen).

Entre todo lo que se ha desmoronado este sexenio, el discurso del combate a la corrupción fue sin duda lo primero en caer.

Los tres hijos mayores del Presidente, los López Beltrán, involucrados en la campaña del 2018, hoy son su mayor problema.

El caso de José Ramón va más allá de la Casa Gris y la Casa de Coyoacán, propiedad de la asistente de la dueña del Diario La Jornada y comadre del Presidente, Carmen Lira, quien ha recibido del Gobierno cerca de 800 millones de pesos hasta la fecha, lo que revela una compleja trama de tráfico de influencias para otorgar contratos de Pemex y financiar  campañas políticas, como demostró Raúl Olmos en su reportaje convertido en libro.

Y a lo anterior hay que añadirle la circulación de una foto donde José Ramón López asiste a un torneo en el Hotel Vidanta Vallarta en compañía de dos de los hijos del Mayo Zambada, por si los escándalos que lo involucran por corrupción no fueran suficientes.

Por su parte, “Andy”, como se le conoce en los círculos del poder, es el más activo y el que más influencia tiene en la estructura gubernamental donde junto con una red de amigos “ganan” licitaciones millonarias haciendo lo mismo que su padre tanto ha criticado y perseguido…solo desde el discurso.

Luego que se difundiera la red de tráfico de influencias de su hijo Andrés López Beltrán, donde ha obtenido contratos del Gobierno federal por más de 100 millones de pesos, lejos de desmentirlo, el Presidente afirmó que su familia no es corrupta y que ese monto “no es nada”.

En su momento, José López Portillo calificó como “el orgullo de mi nepotismo” la designación de su hijo José Ramón como subsecretario de Programación y Presupuesto, cuando fue cuestionado por la prensa durante su mandato, y esta frase lo marcó para siempre.

 En el presente, a este otro López—también padre de otro José Ramón—lo marcará de igual manera “100 millones no es nada” o “Mis hijos no son corruptos”: frases que junto con “Renovación moral”, “Echeverría o el fascismo” y “La solución somos todos”, quedarán de colofón igual para la risa que para la historia de la infamia política del país.

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