“Estaba muy bonito el día en el que agarraron a Ovidio”

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La gente en Culiacán convive a diario con la muerte. Como en muchas otras partes del país.

Hoy me levantaron mis papás a las 6:30 de la mañana, supuestamente salían para Los Mochis a las 8:30 pero no se pudieron ir porque bloquearon las carreteras. Mi vuelo sale mañana y como el aeropuerto está tomado no sé si yo me pueda ir tampoco. ¡Carajo, tengo una reunión muy importante el sábado! Eso es lo de menos, aún así egoístamente es lo que pienso.

Estoy sentada con mi abuelo viendo las noticias, es el segundo Culiacanazo de mi abuelo, que lleva casi toda su vida aquí, pero no el primer episodio de terror y de violencia, como médico sinaloense ha pasado demasiados. Es mi primer Culiacanazo estando en las tierras de mi madre, hasta pinche nombre tienen estos episodios. Vemos en las noticias que le dispararon a un avión militar y las balas pegaron también en un avión comercial. Una amiga de mi prima está en ese avión. Supuestamente está sobrevolando ahorita la ciudad. Llegan mensajes de Whatsapp sin parar con videos de carros y camiones quemándose en las entradas de la ciudad.

El chisme dice que están reclutando chavitos en las colonias y robándose camiones. Les dan diez mil pesos en efectivo al instante para que se unan. Otra vez agarraron al Ovidio y como la vez pasada lo soltaron después del desmadre, en una de esas lo sueltan otra vez. Aunque eso no va a pasar, porque ahora viene Biden a México, dicen.

No hay nada de comer en la casa porque íbamos a pedir los taquitos dorados que me encantan y estaba muy bonito el día. Quería ir al Jardín Botánico, uno de mis lugares favoritos en el mundo. Pero nada de eso se puede resolver, porque se escuchan los balazos afuera y de repente una que otra explosión (chiquita, dice mi mente, minimizando la ansiedad que me carcome). Hay un miedo implícito en no poder salir de casa. Hay una adrenalina casi adictiva de vivir ese miedo, esa tensión. Por lo pronto seguimos esperando. Ojalá esto se acabara, ojalá mi vuelo salga mañana. Mi abuelo no quiere que publique esta columna, le da miedo que vengan a cobrársela.

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