El estigma de la pobreza

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Imagina que naces en una zona rural en México, en un estado del sur. Tu padre, como el 40% de los otros padres del país está ausente y por lo tanto no pasa pensión. Tampoco paga colegiaturas, ni medicinas y año tras año esperas un regalo en tu cumpleaños que nunca va a llegar.

Tu madre, responsable de ti y de otra hija, necesita jalar para que puedan comer. Se levanta todos los días a las seis de la mañana, se gasta una gran parte de su sueldo y hace dos horas para llegar a un lugar en donde su trabajo, por ser físico, escencial, no es valorado. Le pagan una mierda. Tu abuela ayuda a criarte, pero no acabó la secundaria entonces no sabe apoyarte con las tareas.

Cuando alguien se enferma es tu mamá quien les cuida y paga todo. A veces el 75% de su sueldo mensual se va en medicinas. A veces la comida escasea, la ropa y los zapatos más. Eres parte de 55.7 millones de personas en el país que viven atrapadas en un ciclo de pobreza. Tú sabes que eres una persona inteligente y complicada, como todas las demás personas, pero nadie te ha dado una oportunidad. La sociedad te hace sentir invisible, menos cuando entras a una tienda porque te perfilan y te siguen, asumen que esa ropa que no se pudo comprar significa que vas a robar.

Sueñas con estudiar derecho o medicina, poder comprarle una casa a tu mamá. Pero cuando tienes dieciséis tu abuela se enferma y necesita más dinero, más tratamientos. Ni modo, tienes que trabajar. De lo que sea. Tu madre sufre por tus sueños, pero sabes que la familia siempre va primero.

Un día tu jefe, nacido en cuna de oro, te dice que le tienes que echar ganas, que la gente es pobre porque quiere. Te hierve la sangre, tú sabes que nadie quiere ser pobre. Nadie quiere abandonar sus sueños, ni vivir al día. Nadie quiere sufrir el no poder comprar comida, ropa, o medicinas para su familia.

Sin tan solo tu jefe supiera que la movilidad social en México no existe. Que de cada diez personas que nacen en pobreza, apenas dos alcanzan a salir (apenas a la superficie). Que mientras la pobreza te atrapa, te consume y te encierra para siempre, la gente que nace en un estrato social alto suele permanecer ahí. Por lo menos seis de cada diez se quedan ricas. Las otras, dependiendo el capital cultural, de educación, de viajes y las conexiones que hagan en escuelas privadas pueden permanecer cerca del estrato o subir aún más. Si tienes la piel clara, pum, tienes un 50% más de probabilidad de seguir ascendiendo. Mientras si tu piel es morena tienes un 50% de probabilidad de descender.

Nuestra sociedad repite mentiras constantes, que la gente es pobre porque quiere, que el mestizaje ha hecho que no seamos racistas (esta hasta se la creen) y que no somos clasistas, que no hay división. Pero esas mentiras no cambian la realidad: vivimos en una sociedad profundamente racista y clasista. Si te tocó la lotería de una piel clara y un estrato alto, seguro te quedas ahí, pero si te tocó piel morena y un estrato bajo, lo más probable es que ya valiste. Que no se nos olvide que crecimos con el racismo y clasismo macheteado desde la conquista y que mientras menos queramos verlo más nos va a costar. Una mejor sociedad SIEMPRE es más equitativa.

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