Algunos expertos consideran que las pruebas rápidas masivas de COVID-19 podrían salvar cientos de miles de vidas, incluso a costa de perder precisión médica.
Consideran que se podría frenar el brote y reabrir buena parte de la economía levantando algunas regulaciones para permitir millones de pruebas rápidas.
Estados Unidos reporta de unos 2 millones de pruebas por día, la amplia mayoría de los cuales son del tipo lento PCR.
Las pruebas iniciales creadas para diagnosticar COVID-19 usaban la técnica más avanzada, que se convirtió rápidamente en estándar en hospitales y laboratorios del país.
También se convirtió en el referente de precisión de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA), que ha autorizado más de 230 pruebas PCR pero apenas una docena de pruebas rápidas.
Las pruebas rápidas buscan proteínas virales, consideradas en general una medida menos rigurosa de la infección.
La FDA dijo en un comunicado que apoya la “innovación en las pruebas” y “no ha vacilado” en volver disponibles las pruebas rápidas.
Pero la mayoría de los expertos coinciden en que el sistema vigente en Estados Unidos, que depende en gran medida de las pruebas de laboratorio, sigue siendo incapaz de frenar la pandemia.