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La Guardia Nacional de Brasil patrulla el noreste del país después de tres noches consecutivas de disturbios, aparentemente orquestados por pandilleros encarcelados.
La violencia ha dejado a su paso ventanas rotas, autobuses incendiados y al menos tres personas muertas.
La mayoría de los ataques ocurrieron en el estado de Río Grande do Norte, donde se registraron tiroteos en edificios públicos y gasolineras, además de autobuses y establecimientos incendiados.
Las autoridades informaron que un dueño de supermercado y dos alborotadores fallecieron a causa de la violencia. Las escuelas en ambos estados han cancelado las clases por temor a que los autobuses escolares sean atacados y se han suspendido algunos servicios de transporte público.
Los ataques, según el secretario de seguridad pública de Río Grande do Norte, fueron ordenados desde la prisión más grande del estado, después de que los directores se negaran a cumplir con las demandas de los presos.
A pesar del despliegue de más de 220 efectivos de la Guardia Nacional, la violencia continuó. El ministro de Justicia de Brasil ha ordenado la creación de un nuevo grupo de trabajo para mejorar la seguridad dentro del sistema penitenciario y evitar la orquestación de violencia desde las cárceles.
Los medios brasileños también se han hecho eco de las condiciones precarias dentro de las prisiones, citando informes de tortura, comida podrida y condiciones insalubres.
