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Como suele pasar con los productos creados para manipular a las masas, se ha querido vender a Tenoch Huerta como personaje al estilo de Yalitza Aparicio.
Saltó a la fama por quejarse que en Estados Unidos lo estereotipaban a él y a los mexicanos solo para interpretar a indígenas. Sin embargo no dudó en brincar de gusto y cobrar en dólares para una cinta de Marvel donde interpreta justamente lo que criticaba meses atrás.
En este caso, lo que promueve no es talento ni inteligencia—que queda claro por la gran ignorancia histórica y antropológica que despotrica—sino una bandera propia del Marxismo cultural como es el resentimiento victimista travestido de “denuncia contra el racismo” pero con un enorme racismo implícito a partir de una serie de declaraciones desafortunadas con que preparaba la antesala para la publicación de un libro suyo bajo el título de Orgullo prieto.
Dejando de lado la poca originalidad de su obra desde el nombre, que copia el grito de una organización racista y terrorista como “Las panteras negras”, Huerta emprende un enorme esfuerzo por autodiscriminarse en cada página, mostrando sus heridas—reales o ficticias—desde un charco de lágrimas, exclamando: “Soy prieto y a mucha honra”, como si fuera el color de la piel lo verdaderamente importante—que es de lo que se queja—en vez del mérito o la virtud de las personas.
Cuenta que su maestra le preguntaba si a sus papas no les daba vergüenza haberle puesto un nombre de perro: Tenoch significa “tuna de piedra” en náhuatl. Sin embargo, curiosamente, el actor nunca expone el argumento de su maestra para hacer esa afirmación.
Su personaje, pues es lo que vende aunque la máscara se le ha pegado tanto al rostro que no permite distinguir al individuo, cree que es único y diferente porque exige chile y tortillas en pleno Hollywood mientras finge espantarse cuando lo ven con extrañeza por usar lenguaje de barrio, como si fuera lo máximo, quizá porque cree que el mundo debe adaptarse a él y no al revés.
Se queja de las etiquetas mientras etiqueta a los demás como “fresas” porque: “Ni la arquitectura ni la vivienda se salvan del proceso de blanqueamiento social“, según el. Discrimina y se discrimina al nombrar “el mundo de la blanquitud”, e insiste que México es eso que él afirma, aunque más pareciera que él así quiere que sea.