Un retén de la policía y el ejército en el norte de Guatemala logró frenar el avance de alrededor de 1 000 migrantes hondureños en su camino hacia Estados Unidos.
El presidente de Guatemala ve a los migrantes como un riesgo de contagio en plena pandemia del coronavirus y ha prometido deportarlos
Por su parte, el presidente Andrés Manuel López Obrador cree que la marcha es para influir en las elecciones de Estados Unidos.
Un grupo de 100 soldados y policías guatemaltecos frenaron el avance de los migrantes, que estaban frustrados por la falta de comida y avances luego de caminar cientos de kilómetros desde Honduras..
Las voces de los migrantes se oyeron en la autopista rural, pidiendo a las autoridades que les dejasen pasar o les diesen comida.
Al caer la noche, la migrante hondureña Paola Díaz extendió una manta a un lado de la carretera y le puso el pijama a sus hijos de 4 y 6 años con la esperanza de que pudiesen dormir un rato.
Díaz decidió unirse a la caravana junto con su esposo, Alejando Vásquez, de 23 años, porque su salario como mecánico no les alcanzaba para comprar comida para los niños.
Algunos migrantes asumieron roles improvisados de liderazgo para tratar de dialogar con las fuerzas de seguridad.
El agente respondió que los migrantes habían ingresado al país de forma ilegal y que tenían orden de regresarlos a Honduras o no dejarles avanzar hacia México.
Las autoridades migratorias guatemaltecas señalaron que algunas de las 2 000 personas que integraban inicialmente la caravana habían accedido a regresar a Honduras.
Los demás se dividieron en dos rutas: unos viajaron al norte, donde estaba el retén, y otros tomaron buses al oeste hacia la capital.