Del amor por la dictadura en las repúblicas bananeras

A nadie en territorio mexicano sorprendió en su momento cuando el presidente llegó a mencionar abiertamente lo que todos sabemos: la admiración del mismo hacia la figura mítica de Benito Juárez.

A nadie en territorio mexicano sorprendió en su momento cuando el presidente en una de sus soporíferas y autocomplacientes conferencias mañaneras llegó a mencionar abiertamente—desde la zona de confort que le ofrece el contar en pleno con un salón lleno de “periodistas” a modo y a sueldo— lo que todos sabemos desde hace más de 18 años de campaña política: la admiración del mismo hacia la figura mítica de Benito Juárez.

Como parte integral del panteón cívico que por dedazo presidencial conformara el sistema político mexicano desde la “Historia oficial”, partiendo desde la mentira y el maniqueísmo más rancio y vergonzante, “El benemérito de las Américas” viene a ser hasta la fecha prácticamente lo mismo que en su momento fue su homólogo Jósef Stalin—“el padrecito de los pueblos”— en la Rusia del siglo XX, bajo la tiranía de la Unión Soviética.

Sin embargo, la sorpresa en aquella ocasión no fue su reiterada admiración por el autócrata oaxaqueño sino su comparación a partir del mismo nombre con Benito Mussolini en una actitud sorprendentemente reverencial; esto es, con el mismo respeto y admiración por el fundador del fascismo.

Lo peor vendría meses después, esta semana, cuando el presidente López vino a afirmar ante el pleno de la Organización de las Naciones Unidas—entre muchas otras vergüenzas y folklorismos propios del más disfuncional de los analfabetas, y no de un Jefe de Estado—que los mexicanos estamos “muy orgullosos” de que Mussolini fuera bautizado con el nombre de Benito (Juárez), y que ambos eran “dirigentes de dimensión mundial”; algo que muy seguramente dejó perplejos a los italianos tanto como a todos los antifascistas y demás miembros de la Comunidad Económica Europea.

Lo grave ante este nuevo dislate (por segunda ocasión) de parte de quien se supone dirige el destino de México desde Palacio Nacional, es que la referencia comparativa entre ambos dictadores—Mussolini y Juárez—ante un órgano de gran peso político a nivel internacional como la Asamblea General de las Naciones Unidas, en los términos laudatorios en que lo hizo, resulta tan desafortunada como preocupante puesto que la misma revela una admiración profunda, reiterativa y al parecer incluso muy consciente del tabasqueño por los regímenes totalitarios: con todo lo deleznable y hasta la brutalidad que estos conllevan.

Twitter: @sada_enrique

Las opiniones vertidas en este espacio son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan, necesariamente, el pensamiento de Código Libre.

7 Comentarios

  1. Formidable columna, misma que expone de manera objetiva y valiente la autocomplaciente y penosa decadencia intelectual de este tirano demente. La única parte positiva de todo esto es que al desnudar tan impudicamente su enfermiza obsesión por los dictadores, pone al tanto al mundo de su verdadero talante y eso, en caso de tener que pedir ayuda al extranjero para derrocarlo, es benéfico para México.

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